domingo, 29 de abril de 2007

EL PADRE NO DESEADO.


Debo confesar que tuve suerte al alquilar el piso en que vivo; está a diez minutos de la Facultad, caminando, y tiene vista al Parque Cívico, lo que me permite descansar los ojos si me fatigo de tanto leer mis textos de estudio.
En realidad, es pequeño; consta de una sola sala que funcio-na como dormitorio, comedor y lugar de trabajo. Al fondo, hay algo parecido a un mostrador de bar, delante del cual se alinean tres taburetes altos; detrás dispongo de una pequeña cocina y un lavabo, con un mueble para guardar platos, tazas y otros utensilios. Inmediatamente al lado de la puerta de entrada hay otra que da acceso al baño: un trono, una tina mediana con ducha, un la-vatorio y, enclavado en la pared, un botiquín con espejo. En la sala, la cama y la mesa, plegables, liberan más espacio y adosado a una pared hay una buena estantería para mis libros.
Es decir, los pocos metros cuadrados están aprovechados al máximo. José, uno de mis compañeros de curso, ha bautizado el lugar como el Armario, lo que es gracioso y cierto.
Además, para mí tiene otras ventajas: las chicas, si vienen en plan de estudiar se sienten cómodas al no tener una cama a la vista y si la visita es con otros fines intuyen que debo dormir en alguna parte.
Por eso, me siento muy feliz en mi hogar.
Aquí estudiamos, discutimos y todo lo demás. Yo soy una persona sosegada y dúctil, que gusta de cultivar la amistad; como es natural, manifiesto mis preferencias. Mi mejor amigo es David, aunque tenemos distintos modos de entender la vida. Tiene problemas con su familia; a menudo, choca con su padre por posiciones políticas. Mi amigo se interesa a fondo por las cuestiones sociales y está siempre metido en reuniones sindicales.
Su padre, de obrero de la construcción, con trabajo y más trabajo, ascendió a capataz, formó su propio equipo, economizó dinero y con préstamos bancarios, comprando terrenos, edificando y vendiendo, se ha ganado una envidiable situación económica. Como casi siempre ocurre entre los triunfadores por esfuerzo propio se declara apolítico, pero en verdad sus ideas son conservadoras.
- Es un reaccionario. ¡Tengo un padre reaccionario! - me dijo una vez David.
No quise discutir esta calificación, hecha con un tono despectivo, pero me sentí apenado. Yo nunca he tenido un sentimiento así hacia mi gente. Mi padre, intelectualmente, tampoco es nada especial, pero es quien me ha criado, alimentado, vestido y educado, y siempre me ha dado cariño. Es claro que muchas veces no estoy de acuerdo con él, pero yo no me empeño en ahondar esas diferencias solo para demostrarle que la razón está de mi parte. Comprendo que su modo de ver y juzgar las cosas únicamente responde a sus propias experiencias y limitaciones, y no me olvido de que es él quien financia mis estudios y me permite disfrutar de plena in-dependencia en mi Armario.
Eso se lo comenté a David, pero me escuchó sin interesarse; es posible que él no entienda éste modo de vivir con la propia familia. No pasaron muchos días para comprobar que así era.
El lunes vino muy agitado y nervioso. Me contó que tuvo una discusión con su padre durante la comida, porque rechazó un guiso.
- No quiero comer esto ...
- Es el plato favorito de papá - comentó mi madre.
- ¡Me ofendes si no lo comes! - afirmó él.
- No es ninguna ofensa; no hay por qué darle ese significado. ¡Solo que no deseo comerlo!
- Creo que conozco el paño y sé que no se trata de apetencias; quieres enrabiarme. A veces pienso que, todavía, no estás enterado de quién manda en esta casa. ¡Ya sería tiempo de que mejores tu comportamiento!
- Lo sé muy bien y no tienes que repetírmelo, pero también sería bueno que tú respetaras mi modo de ser y de pensar. Yo no formo parte de tus bienes ¡solo soy uno de sus hijos!
- Si eres de esta familia, aceptarás que tus veleidades políticas nos afectan a todos.
- Eso es asunto mío; no pertenece a lo que tú administras.
- ¡No seas insolente con tu padre!
- Tener personalidad no es una insolencia.
- En esta situación ¡sí que lo es!
Ni mi madre ni mi hermana intervinieron para nada; ella, sometida a su marido, me miraba suplicante para que no siguiera discutiendo, pero estaba embalado y sentí la necesidad de decirle algo hiriente. Le reiteré:
- No todo es como tú piensas. ¡Hay valores más importantes que el dinero!
- ¡Seguro, pero no paras de gastar el que te doy! ¡Ni tienes idea de cuánto debo pagar para que seas universitario!
- ¡Lo que sí sé es que te pavoneas por ahí diciendo que tienes un hijo universitario!
Me levanté de la mesa y me fui. Ni siquiera imaginé que estaba rompiendo con mi familia.
- Bueno, y aquí me tienes - concluyó.
Dejó pasar unos momentos, reflexionando, antes de preguntarme si podía contar conmigo.
Era una situación inesperada para mí. Espontáneamente le aseguré que sí, sin pensar siquiera cómo sería nuestra vida en común.
- Veo que no has traído equipaje - dije -, tratando de reanudar la conversación, y aclararnos sobre el futuro.
- Todo fue sorpresivo; salí sin más y sin nada. Supongo que si llamo a mi hermana, ella me preparará mis cosas. Será asilo por unos pocos días, mientras arreglo mi situación. Tendré que buscar un trabajo.
- ¡No te resultará nada fácil!
- Me las arreglaré. ¡No seré el primero que estudia y trabaja! Perdona, pero estoy sin blanca y tengo que telefonear a mi hermana, ¿me dejas algún dinerillo?
- Aquí tienes - dije -, dándole unas monedas.
En ese momento comprendí que me estaba complicando la existencia y, en verdad, no sabía hasta qué punto estaba dispuesto a apoyar a David en su empeño. Intuía que ahora nada sería fácil ni para él ni para mí.
Un muchacho como David no podía cambiar, bruscamente, su forma de vivir; pasar de la dependencia a la independencia, de tenerlo todo a ganarlo todo.
Además, yo tenía la impresión de que padre e hijo, durante demasiado tiempo, años posiblemente, habían venido acumulando molestias y rencillas, y que mantenían una especie de competencia de orgullo entre ellos.Pensé que la misma explosión producida, creaba la posibilidad de que hablaran a fondo, se explicaran y reanudaran una convivencia, desde ese momento, basada en una consideración recíproca.
- No lo creo posible - me dijo David -, al exponerle mi idea. ¡A ver si te lo explico y me entiendes! Seguro es que tú has oído hablar de los hijos no deseados; en mi opinión, también existen los padres no deseados; quiero decir que te ha correspondido un padre que no te agrada, que es una persona muy diferente a la que tu hubieras preferido tener como padre.
- David, no sé cómo se te ha ocurrido una idea así, tan original: un padre no deseado. ¡Es original y saca chispas!
- No lo creas; no es original. Lo que sucede es que nadie se atreve a decirlo, pero hay muchos casos. En la Facultad tenemos uno.
- ¿Puedo saber de quién se trata?
- Alfonso; ¡siente un odio parido por su padre! Los motivos que provocan un padre no deseado, son muchos; en el caso de Alfonso es porque su padre es un viejo borrachín. Y por contra, tú sabes que este chico no bebe ni una cerveza.
- Es lamentable, porque nunca dejarán de ser padre e hijo, pase lo que pase; sé que hay contienda entre las generaciones.¡Pero nunca pensé que en ellas tuviera cabida el odio! Pero, volviendo a tu caso, yo que pienso que tú quieres a tu padre; lo que pasa es que no te gusta admitirlo.
- No se puede querer a alguien al que no se respeta. ¡Y yo no tengo ningún respeto por él!
- No te entiendo bien, David.
- Alguna vez te dije que es un reaccionario; ahora te agrego que es un hombre egoísta: no piensa en otra cosa que no sean sus propios intereses, en su dinero, en todo lo que sea un beneficio para él.
- ¡Ése es un juicio muy categórico! ¿Acaso no es él quien financia tus estudios?
- ¿Sabes? Es que le gusta pavonearse entre sus amigos, diciéndoles: Tengo un hijo en la Universidad.
- Francamente, David, creo que eres injusto con tu padre. ¡No puedes llamar egoísta a quién te provee de todo lo que necesitas!
Se quedó pensativo, encendió un cigarrillo, aspiró el humo , y exclamó:
- ¡Cochina vida!
- No estoy de acuerdo; en cualquier caso, la vida es lo mejor que tenemos. Admito que, a veces, puede parecernos cochina, pero es porque nosotros mismos la ensuciamos.
- Entonces, no estoy tan fuera de tiesto.
- Sí, en parte. Nadie tiene nunca toda la razón. La razón es un concepto plural,no singular.
- No me enredes con filosofías, ¡hay que vivir las realidades!
- Conforme. Tú estás viviendo la tuya, pero debes saber en qué situación te has colocado y debes pensar un modo de arreglarla. David, creo que deberías aclararte con tu padre. - ¡Ni querrá oír hablar del asunto!
- Eres bastante terco, amigo mío, y te gusta adelantar juicios.
- ¡De alguna parte me vendrá el ser terco!
Durante varios días se esforzó por encontrar algún trabajo: desde dar clases particulares hasta postular a pinche de cocina. Volvía al atardecer, cansado y desilusionado. Casi no hablábamos. Tampoco dormía bien; el sofá era pequeño, aun, para la posición fetal: amanecía medio descoyuntado.Así transcurrieron tres semanas.
Un día a la hora de la siesta, llamaron a la puerta. Era un señor de corta estatura, pero al que se le adivinaba una gran fortalezafísica. Me saludó cordialmente.
- Buenas tardes, joven. Soy el padre de David. Me he enterado de que está viviendo contigo.
- Es mi mejor amigo y está atravesando unos momentos bastante difíciles.
- Lo sé, diría mejor, me lo imagino. Por eso quiero hablar con él.
- David piensa que Ud. no querría hacerlo.
- Algo de eso hay, pero en casa abunda la tensión y el silencio, desde su partida. Mi mujer no me ha dejado tranquilo, ni tampoco mi hija. Todo eso me ha hecho pensar que, a lo mejor, yo tengo parte de culpa. Puede que sea así. No lo sé. Es posible que yo no sepa demostrar el cariño que siento por los míos, y me dejo llevar por mi carácter.
- Señor, lo que dice me parece muy razonable y le aseguro que a su hijo le gustaría oírlo. ¿Me permite Ud. que le cuente esta conversación?
- No tengo ningún inconveniente.
- David no cree que Ud. le tenga cariño.
- Eso es una tontería. ¡No hay padre que no quiera a sus hijos!
- No es una tontería, señor. ¡Es lo que siente David! Y Ud. mismo lo ha dicho: ¡no ha sabido demostrarle su afecto!
- Hay cosas que se dan por descontadas.
- En el comercio, posiblemente, pero no en la vida.
El hombre contuvo un suspiro y una sonrisa muy atractiva iluminó su rostro. En ese momento pensé que mi amigo no lo consideraría como un padre no deseado.
Don Ruperto, hombre rudo, respondía a sus orígenes campesinos, eso explicaba su torpeza para expresar sus sentimientos; pero rezumaba solidez en todos los sentidos.
Me pidió que hablara con David.
- Don Ruperto - le dije -, me parece que, voluntariamente, David no volverá a casa. Le pido que Ud. venga a buscarle. Una vida nueva, creo yo, necesita nuevos métodos.
- No me lo pones nada fácil. Pero siento que eres un chaval muy convincente.
- ¡Veré si convenzo a su hijo, don Ruperto!
David y yo nos amanecimos conversando. Me costó mucho po-nerlo en camino, aunque creo que me ayudó bastante su fracaso por encontrar algún trabajo. ¡Pero, lo convencí! David, mi mejor amigo, volvió a su hogar.
Desde entonces me convertí en un asiduo de su casa.
Esta historia tuvo un final feliz: don Ruperto, de padre no deseado, pasó a ser mi padre político.
Me casé con su hija.